Desde el año 2017, cada 2 de mayo, celebramos el Día Mundial del Atún, el pescado más comercial del mundo. Su papel fundamental como fuente alimenticia y medio de vida de millones de personas, es lo que llevó a la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas a decretar esta efeméride, a fin de poner el foco sobre la importancia de protegerlo con una gestión pesquera sostenible.
Al fin y al cabo, el consumo medio de pescado per cápita en el mundo, ha pasado de 9 kg en 1960 a 20 kg en 2017, siendo una proteína esencial para cerca de 3.000 millones de personas.
Este incremento de la demanda mundial, sumado a las grandes transformaciones provocadas por el cambio climático, genera una enorme presión sobre los recursos marinos en general y muy en particular sobre el atún, el pescado más valioso. Según los últimos datos, las siete especies de túnidos, que se comercializan aportan un promedio de 40 Mil Millones de USD, en valor final, a la Economía Mundial.
Por tanto, conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos del mar para el desarrollo sostenible (ODS 14) es responsabilidad de todos los actores que forman parte de la cadena: consumidores, empresas transformadoras y empresas pesqueras.
No podemos, ni debemos demonizar en general, a la Industria vinculada a la pesca y transformación del atún. Nadie hay más interesado que la mayoría de nosotros, en una gestión responsable del recurso, porque nuestro objetivo es generar valor a largo plazo e integrar en el proceso mejores prácticas, con un compromiso social y ambiental; y por supuesto sometiéndonos a la certificación de terceros que acrediten el origen 100% sostenible del producto.
Pero es necesario contar con unas reglas de juego uniformes para todo el sector, que nos permitan en primer lugar, luchar contra la pesca ilegal, no declarada y no regulada (IUU) que no sólo pone en peligro la supervivencia de las pesquerías, sino que supone una serie amenaza para la gestión de la capacidad y por supuesto, una competencia desleal que afecta a nuestra competitividad y que a la larga incidirá en el empleo, que es al fin y al cabo, otra importante contribución social de las empresas.
Y, en segundo lugar, la industria del atún ha puesto sobre la mesa, en reiteradas ocasiones la prioridad de dotarnos de información científica actualizada que acredite fehacientemente la situación de los diferentes ecosistemas y a partir de ahí, desarrollar y acatar los planes de gestión y las normas consensuadas entre todos.
Es necesario que las empresas y el tercer sector caminemos juntos en este desafío. De hecho, contamos con entidades como el Observatorio de la Trazabilidad promovido por ANFACO y la International Seafood Sustainability Foundation (ISSF), única ONG dedicada exclusivamente al mundo del atún, que tiene como objetivo mejorar la sostenibilidad de las poblaciones de atún en el mundo. su gestión y conservación, integrada por representantes de la industria atunera, científicos y WWF.
Ese es el camino. Desencadenar prácticas verificables basadas en la ciencia, compromisos y medidas de gestión internacionales que den como resultado que las pesquerías de atún cumplan con los estándares de preservación del recurso.
Pero ¿y el consumidor? ¿Estamos realmente concienciados y comprometidos con la sostenibilidad del Atún?
Según se desprende del informe que hemos elaborado recientemente en JEALSA, un 52 % de los españoles se muestra completamente dispuesto a consumir únicamente productos que certifiquen la procedencia sostenible de sus materias primas.
Pero, en contraposición, el 44% de los consumidores de pescado españoles afirman comprar pescado o marisco con sellos de certificación ocasionalmente, 20% compran pescado o marisco con sellos de certificación siempre que pueden, 29% nunca han oído hablar de los sellos de certificación y el 7% de los consumidores nunca compran pescado o marisco con sellos de certificación. Datos procedentes del estudio realizado por GlobeScan para MSC (2020) sobre la percepción del consumidor sobre pesca sostenible.
Resulta paradójico pues, que por un lado abogamos para que las empresas y las instituciones realicen una gestión sostenible del medio, pero a la hora de llenar la cesta de la compra, no se ve reflejado.
Bajo mi perspectiva, son dos las variables que afectan globalmente a la mayoría de los productos sostenibles: por un lado, la implicación de las empresas de distribución ampliando la oferta de productos certificados y por otro el precio. Ser sostenible no debiera suponer un incremento en el ticket de compra.
En definitiva, si las empresas del complejo mar-industria, estamos preparadas y comprometidas, para construir un nuevo modelo de gestión del recurso, asentado sobre los principios de sostenibilidad, es hora de trabajar para que la sociedad en general asuma también este compromiso.
Margarita Hermo Figueira, es Directora Relaciones Institucionales de Jealsa y socia WAS