19 MARZO, 2025
III Edición PREMIOS WAS
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A veces pensamos que solo los grandes gestos transforman el mundo: decisiones políticas, acuerdos internacionales, tecnologías revolucionarias. Sin embargo, la verdadera revolución puede empezar en lo cotidiano. Pequeñas acciones diarias, repetidas con intención, tienen el poder de crear una nueva tendencia, de instalar un cambio cultural, de inspirar a quienes nos rodean. La sostenibilidad no tiene por qué ser compleja, puede empezar con lo más simple: nuestros hábitos.
Apagar la luz al salir de una habitación, cerrar el grifo mientras nos cepillamos los dientes, elegir productos con menos envases o caminar en lugar de usar el coche. Gestos como estos parecen insignificantes en sí mismos, pero cuando se convierten en hábitos y se multiplican en millones de personas, el impacto es incalculable. El reto no es tanto saber qué hacer sino cómo integrar estas acciones en nuestra rutina diaria de manera natural y sostenible en el tiempo.
Sin embargo, aunque parezca sencillo, no lo es. Uno de los mayores desafíos para mantener prácticas sostenibles es precisamente convertirlas en hábitos. Muchas veces empezamos con entusiasmo: compramos bolsas reutilizables, reducimos nuestro consumo de carne o nos comprometemos a reciclar. Pero al cabo de unos días el ritmo de vida, la falta de tiempo o la simple costumbre nos arrastran de nuevo a viejos patrones. La clave está en la repetición y en hacer del cambio algo accesible y realista.
En este sentido, resulta muy útil recordar lo que plantea James Clear en su libro "Hábitos Atómicos": el verdadero cambio duradero no nace de grandes decisiones, sino de pequeñas acciones repetidas cada día. Según el autor, mejorar tan solo un 1% de forma constante puede suponer una transformación radical a largo plazo. Esta idea encaja perfectamente con la forma en la que podemos abordar nuestra relación con el medioambiente: sin dramatismos, sin cambios bruscos, simplemente incorporando nuevos gestos sostenibles que con el tiempo se vuelven parte de quienes somos.
Por ejemplo, si queremos reducir el uso de plásticos, podemos empezar por tener siempre a mano una botella reutilizable y una bolsa de tela. Si nuestro objetivo es generar menos residuos, podemos dedicar un momento a la semana para planificar nuestras compras y evitar el desperdicio de comida. Si buscamos usar menos energía, podemos establecer la costumbre de apagar luces y electrodomésticos cuando no se usan. No se trata de ser perfectos, sino constantes. Lo importante es que el cambio no dependa de la motivación del momento, sino que se incorpore a nuestra vida como parte de nuestra identidad.
Cambiar nuestros hábitos requiere más que buena voluntad. Necesitamos vincular cada nueva acción con algo que realmente nos importe. Si una costumbre nueva está conectada con algo que amamos —nuestros hijos, un paisaje que nos conmueve, nuestra salud—, será mucho más fácil mantenerla. Esa conexión emocional convierte una simple rutina en un acto de compromiso y coherencia.
También es importante que nuestro entorno nos lo ponga fácil. Podemos dejar a la vista las bolsas reutilizables, programar recordatorios en el móvil para desenchufar aparatos, o compartir nuestros pequeños logros con otras personas para mantenernos motivados. Rodearnos de ejemplos positivos, tanto en redes como en nuestra vida diaria, también influye. Ver que otros lo hacen y que no estamos solos refuerza la idea de que cada pequeño paso importa.
Me gustaría destacar una acción global llamada La Hora del Planeta, que tuvo lugar el pasado 22 de marzo y fue convocada por WWF España. Esta iniciativa, a la que se sumó Women Action Sustainability (WAS), animaba a la ciudadanía global a apagar las luces durante 60 minutos como símbolo de compromiso con el medioambiente. Más allá del gesto, lo que propone La Hora del Planeta es una reflexión colectiva: demostrar que, unidos, millones de personas pueden ejercer una presión real y enviar un mensaje poderoso. Al participar, no solo apagamos una luz, sino que encendemos la conciencia de que nuestras acciones individuales, por pequeñas que parezcan, forman parte de un cambio más grande y necesario.
No hace falta hacerlo todo, ni hacerlo perfecto. BASTA CON EMPEZAR. Porque cuando muchas personas dan pequeños pasos en la misma dirección, el cambio deja de ser una posibilidad y se convierte en una realidad.
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